Los amigos van tomando cada vez mayor importancia en la vida social de tu hijo y es muy probable que tenga un “mejor amigo”. Esta relación, a esta edad, se caracteriza por ser muy intensa y también muy efímera: de querer invitar sólo a ese amigo, jugar sólo con él e imitarlo porque “todo lo que hace es perfecto” puede pasar en menos de una semana a olvidarlo por completo y a sentir lo mismo por alguien a quien hasta ese momento ni siquiera había registrado. Esto es normal y lo va preparando para futuras relaciones más maduras y constantes.
Imitar a sus compañeros es una actitud muy común en esta etapa y sin duda es muy importante para su aprendizaje. Ahora, la imitación no distingue entre actitudes positivas y negativas. Por ejemplo, si después de ir a jugar a casa de un amigo empieza a saltar sobre el sofá y argumenta que en la casa de su compañero lo permiten, habrá que señalarle que en cada casa las reglas son diferentes y que en su casa esto no se considera adecuado.
Su tiempo de atención, su capacidad de aceptar cuando pierde en un juego y su posibilidad de esperar turnos han aumentado notablemente y esto facilita las invitaciones de amigos a jugar: los chicos que están juntos ya no necesitan tanto la asistencia del adulto ni pelean constantemente. De todas formas, siempre es bueno que el anfitrión haya preparado con ayuda de sus padres una “batería de ideas” con opciones de juego.
Si estás criando a tu hijo en una familia religiosa, hasta ahora seguramente él habrá participado de los rituales entendiendo poco de lo que significaban, pero ahora pregunta y comprende cada vez más. Hacia los siete años, de hecho, está en condiciones de comenzar a recibir una educación religiosa, si es un objetivo de la familia.
Con respecto a la comida, mientras el médico considere que está todo bien y el niño se alimente de manera relativamente balanceada, no hay por qué obligarlo a comer nada. Sí se le puede indicar que se le va a servir todo lo que hay para cenar (también el brócoli) pero que no tiene obligación de comerlo. Otra opción es pedirle que por lo menos lo pruebe –si se trata de un alimento nuevo para él- antes de decidir si le gusta o no. Si no le gusta, puede no comerlo. A esta edad hay niños todavía muy selectivos con la comida y otros que son verdaderos gourmands.
La creatividad de los niños de 7 años se orienta a trabajar cada vez en proyectos más complejos, por lo que es importante que haya más que lápices y libros para colorear a su alrededor. Una caja en la que vayas guardando elementos de descarte puede hacer las delicias de tu hijo: rollos del papel higiénico que se acabó, latas de tomate limpias y sin filo, cajitas de remedios, frascos vacíos… con estos elementos, pintura, cinta adhesiva y poca cosa más, tu hijo puede hacer maravillas. Hacer una obra en relación al cuento que acabás de leerle, construir elementos para las muñecas y peluches. Técnicas sencillas, como la del papel maché, pueden ayudar mucho. No dudes en pasar tiempo con tus hijos haciendo de “ayudante” en sus construcciones y juegos.
Por su rico vocabulario y su creciente independencia es frecuente que los padres –sobre todo si hay hermanos más pequeños o incluso bebés- actúen con el niño de 7 años como si fuera mayor de lo que es. Sin embargo, es importante saber que sigue siendo un niñito que necesita la ayuda y la guía de sus padres y no esperar de él actitudes o habilidades superiores a las de un niño de su edad.
Por ejemplo, aunque seguramente lee bastante bien por sus propios medios, lo mejor es que los padres sigan leyéndole y hasta que conserven la rutina del cuento antes de dormir. Para ese momento, lo ideal es elegir libros que serían un poco largos o complicados para que los leyera solo y hasta se puede elegir alguna novela para ir leyendo un capítulo por noche. Él podrá esperar hasta la noche siguiente y eso aumentará su interés en la historia.