Contrariamente a lo que se suele creer, tras el nacimiento, los padres no siempre sienten desde un primer momento un profundo lazo con su hijo. Muchas veces se sienten extraños y con un sentimiento de culpa por no sentir lo que "se debe". El lazo con un hijo no se da de manera automática e inmediata. Se va gestando desde el momento en el que se lo "piensa", imagina, busca, y gesta y requiere de todo un proceso que depende de muchas variables y por sobre todo del tiempo compartido. La intensa unión que existe entre padres e hijos se va desarrollando a medida que se van conociendo, descubriendo y a medida que crece la relación y se genera el vínculo.
Es falsa la posibilidad de "malcriarlo" desde tan pequeño. El aún no tiene la capacidad de manipular sus deseos.
Tu atención y tu receptividad durante los primeros meses darán seguridad y felicidad al bebé, fundamentales para su buen desarrollo como persona.
Al nacer, los ojos de los bebés sólo pueden enfocarse bien a una distancia de entre 20 y 30 cm. No es casual que ésta sea precisamente la distancia que separa la cara del bebé de la tuya cuando lo tenés en brazos o lo alimentás. Desde el primer contacto puede verte y sentirse unido a vos simplemente por la mirada.
Los estudios han demostrado que los bebés prefieren ver rostros de personas más que cualquier otra cosa y sobre todo si pueden establecer contacto visual. Llegará el momento en que tus miradas cariñosas se verán recompensadas con un momento mágico: su primera sonrisa.
Es sabido que ya desde el quinto mes de gestación un bebé no solo oye sino que además reconoce la voz de quien lo lleva en la panza, y quienes acompañan ese embarazo. Los bebés prefieren escuchar las palabras en lugar de otros ruidos mecánicos o el silencio. Hablarle desde un primer momento es darle mucho más que palabras. Es brindarles identidad, reconocimiento y transmitirles afecto de una manera particularmente humana.